Celeste, el vino que baja de las estrellas

Era la bebida de los Dioses, la preferida de Baco y con la que montaba sus astronómicos guateques. El vino siempre ha tenido ciertos tintes celestiales así que no hay mejores credenciales que estar casi en contacto con las estrellas. De hecho, en la Ribera del Duero, la uva tempranillo despliega mejor sus virtudes cuanto más se acerca a éstas: en los viñedos más elevados.

En las llanuras más altas de la Ribera del Duero, en la localidad de Fompedraza, vecina del Campo de Peñafiel (Valladolid) nace Celeste de la bodega Pago del Cielo. A casi 900 metros de altura sobre el nivel del mar, en el frescor de la noche bajo el cielo estrellado, las vides concentran los aromas y el sabor de sus uvas al amparo del calor diurno. Este balance entre frío y calor curte a la uva con una capacidad más alta para amplificar sus notas ácidas durante su maduración.

Estas condiciones brindan a Celeste Crianza frescura, emoción e intensidad así como opulencia. Es un tinto generoso en expresión frutal, con cuerpo voluminoso y firme estructura. Los mejores vinos son un fiel reflejo del lugar del que proceden. Por tanto, su excelencia es consecuencia de la singularidad de su origen.

Es de color cereza oscuro y posee un expresivo aroma de frutos negros de bosque (arándanos) sobre un fondo delicioso de confitura de cerezas y un toque mineral característico del terruño. En boca es aterciopelado y elegante, dotado de un finísimo tanino frutal, con buena persistencia y nobles notas de crianza en roble tostado, de sus 12 meses de barrica. Sus características lo convierten en el acompañamiento ideal para toso tipo de carnes a la brasa o asadas y quesos maduros.

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